Un estudio advierte que conversar al volante afecta la conducción

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Hablar exige al cerebro un esfuerzo extra. Ese coste mental puede ralentizar respuestas clave de la mirada, incluso cuando la persona cree que mantiene el control de la situación.

Este punto cobra especial importancia en la carretera. Si la vista tarda más en arrancar o en fijarse, también puede tardar más en llegar el reconocimiento de un peligro y la reacción física necesaria para evitarlo.

  1. Hablar y movimientos oculares
  2. Cómo se evaluó la carga cognitiva
  3. Retrasos detectados al hablar
  4. Riesgos en conducción visual
  5. Impacto en seguridad pública

Hablar y movimientos oculares

Un equipo investigador de la Universidad de Salud de Fujita (Japón) ha mostrado que el acto de hablar impone una carga cognitiva suficiente como para retrasar respuestas esenciales del movimiento ocular. Según los autores, este resultado sugiere que hablar mientras se conduce puede afectar a las evaluaciones visuales rápidas que se necesitan para una conducción segura.

El estudio, liderado por el profesor asociado Shintaro Uehara y su equipo, analizó cómo la conversación cambia el ritmo temporal del comportamiento de la mirada. El trabajo se ha publicado en la revista PLOS ONE.

El comportamiento de la mirada se considera especialmente relevante porque alrededor del 90% de la información usada al conducir llega por vía visual. Por eso, cualquier demora al iniciar o terminar movimientos oculares puede traducirse en un reconocimiento más lento de riesgos, menor precisión al escanear el entorno y retrasos en las respuestas motoras.

En este marco, el equipo exploró si el efecto de la carga cognitiva vinculada al habla cambia según la dirección del movimiento ocular. Tal como se indica en el trabajo, la cuestión se centra en si hablar altera de manera distinta la mirada cuando se desplaza hacia diferentes puntos del campo visual.

Cómo se evaluó la carga cognitiva

Para abordar esta pregunta, participaron 30 adultos sanos. Se les pidió realizar tareas rápidas de movimiento ocular desde el centro hacia el exterior en tres situaciones: hablar, escuchar y una condición de control sin tarea adicional.

En cada prueba, los participantes debían mirar tan rápido y con tanta precisión como fuera posible hacia un objetivo visual periférico. Ese objetivo podía aparecer en una de ocho direcciones, lo que permitía comparar el desempeño de la mirada en distintos desplazamientos.

La condición de hablar consistió en responder preguntas de conocimiento general y preguntas episódicas. Estas se adaptaron de la Escala de Inteligencia para Adultos de Wechsler y de pautas personalizadas adicionales. En la condición de escuchar, la tarea fue oír pasajes de una novela japonesa.

El orden de las tres condiciones se distribuyó de forma aleatoria y se realizó en tres días separados. Así se buscó reducir el efecto de la práctica y evitar que un único orden influyera en los resultados.

Retrasos detectados al hablar

En el conjunto de participantes, hablar generó retrasos claros y constantes en tres componentes temporales del comportamiento ocular. El primero fue el tiempo para iniciar el movimiento ocular tras aparecer el objetivo, es decir, el tiempo de reacción.

El segundo fue el tiempo necesario para alcanzar el objetivo, conocido como tiempo de movimiento. El tercero fue el tiempo requerido para estabilizar la mirada una vez llegado al punto, el tiempo de ajuste.

Estos efectos no se observaron en las condiciones de escucha ni en la de control. Esto apunta a que no basta con tener información entrando por el canal auditivo. Lo determinante sería hablar y el esfuerzo mental que implica buscar y producir respuestas verbales, lo que interferiría de forma significativa con los mecanismos que controlan la mirada.

Por sí solos, estos retrasos pueden parecer pequeños. Sin embargo, durante la conducción pueden acumularse y favorecer una detección más lenta de peligros, además de retrasar el inicio de respuestas físicas.

Además, el trabajo advierte que incluso las conversaciones con sistemas de manos libres pueden introducir una carga cognitiva lo bastante intensa como para interferir con los procesos neuronales que ponen en marcha y guían los movimientos oculares.

Riesgos en conducción visual

En la carretera, a menudo se necesita dirigir la mirada hacia abajo. Ahí pueden aparecer peatones, escombros u objetos en la vía. En ese tipo de escenarios, los retrasos descritos resaltan riesgos amplios de la conversación cuando la conducción exige un control visual constante.

Los autores también aclaran que estos hallazgos no significan que hablar sea la única o la principal causa de reacciones físicas más lentas al volante. El rendimiento al conducir depende de múltiples factores cognitivos y perceptivos.

Entre esos factores se mencionan la ceguera por falta de atención, la atención dividida y una interferencia más general que aparece cuando el cerebro debe gestionar dos tareas exigentes al mismo tiempo.

Aun así, el estudio pone el foco en un punto concreto: hablar introduce retrasos en la fase más temprana del procesamiento visual, antes de que entren en juego el reconocimiento, la toma de decisiones o la acción física. Esto implica que el rendimiento al volante puede verse afectado de manera sutil y no siempre evidente para quien conduce.

En palabras atribuidas al doctor Uehara, los resultados indican que las exigencias cognitivas asociadas con el habla interfieren con los mecanismos neuronales responsables de iniciar y controlar los movimientos oculares, considerados la primera etapa crítica del procesamiento visomotor durante la conducción.

Impacto en seguridad pública

El trabajo destaca que este conocimiento tiene implicaciones relevantes para la seguridad pública. Si se comprende que el esfuerzo mental de una conversación puede reducir la precisión y la sincronización de la mirada, puede aumentar la conciencia sobre cuándo y cómo conviene hablar mientras se conduce.

Con el tiempo, esta evidencia podría favorecer conductas de conducción más seguras. También podría servir para reforzar marcos de formación para conductores, inspirar mejoras en el diseño de interfaces de los vehículos y orientar a responsables políticos al elaborar futuras recomendaciones sobre la distracción cognitiva.