viernes. 19.04.2024

Christopher Reeve nació un 25 de septiembre de 1952 en la ciudad de Nueva York. Durante su adolescencia estudió en el Princeton Day School, participaba en un coro y empezaba a trabajar como actor regularmente; se le daban muy bien los deportes, pero él quería dedicarse al arte y, en particular, a la actuación. Más tarde, fue aceptado en la prestigiosa Juilliard School de su ciudad natal, donde estudió Arte Dramático y conoció a Robin Williams, quien terminaría por ser su mejor amigo del lugar y con quien se comprometería a cuidarse mutuamente en caso de que uno obtuviera la fama mientras que al otro le fuese mal.

Como primeros pasos en la industria cinematográfica, pudo participar en la serie Love of life (1974 -1976), en la obra A matter of gravity (1976) y en la película Alerta Roja: Neptuno hundido (1977), pero su debut, quizás la principal razón de que le conozcamos fue el protagonismo que ostentó en la película Superman (1978), con la que hizo hasta tres secuelas hasta Superman IV (1987). Mientras esto ocurría en la vida de nuestro héroe, su mejor amigo trabajaba en Popeye (1980) y Happy days

Otra protagonista esencial en su vida fue su segunda esposa Dana, a quien conoció en un garito en Massachusetts donde ella trabajaba de cantante mientras él participaba en un festival de teatro de Williamstown, sus primeras impresiones fueron bastante negativas, pero pronto Dana se dio cuenta de que, por debajo de la piel de un Superman que creía que iba a ser vanidoso, se escondía un hombre bueno. Se casaron en 1992, en una boda íntima y discreta.

¿Quién podría haberse imaginado lo que pasaría 3 años después, durante un concurso de hípica a la que se habían aficionado los dos cónyuges?

Christopher, a lomos de su caballo purasangre Buck, participaba en una las competiciones a las que ya estaba habituado, tanto que confiaba, como siempre, en que todo siguiese su curso natural. Y surgió así que, vacío de preocupación, se preparaba para realizar un salto de triple valla cuando repentinamente Buck, lejos de envalentonarse y saltar con docilidad y gracia como se espera de los caballos de su condición, frenó en seco, quizás temiendo, por primera vez en su vida, no realizar correctamente el salto que podría haber convertido ese día en un día más en la historia de su jinete, pero puede que el destino fuese el hilandero que se encaprichó con ese hilo en particular, queriendo hacer un tejido que nadie se esperaba y del que provocó que Christopher Reeve se convirtiera realmente en un superhéroe.

La caída que provocó la indecisión momentánea de aquella montura condujo al actor a un papel al que no sabía cómo enfrentarse, ni él, ni creo que ningún ser humano corriente. “Si el actor hubiera caído un centímetro más a la izquierda habría muerto en el acto. Si lo hubiera hecho hacia la derecha, lo más probable es que hubiera salido de allí con poco más que una contusión.”. Demasiada casualidad, literalmente entre la vida y la muerte, fue lo que le ofrecieron los médicos como si tuviese que agradecerlo.

Su mujer y sus amigos e hijos le acompañaron durante el duelo, que no fue tampoco cosa sencilla para ellos, y es que, en un documental que hace poco se realizó con Mathew, su hijo, salió a la luz que una de las primeras discusiones que aparecieron cuando tuvo el accidente fue el tener que hacer aceptar a su padre el hecho de que fuese a estar en silla de ruedas para el resto de su vida. La compañía de Robin Williams, aun siendo un amigo, fue si no similar, equivalente a la de otro familiar, y es que, aparte de un apoyo económico desinteresado, un buen ejemplo fue cuando se le iba a realizar una intervención a Christopher en el cráneo y la mitad de las probabilidades iban en su contra, y ocurrió que, en el momento de mayor tensión, apareció un médico ruso y bajito que a gritos nerviosos pedía a Christopher que se diese la vuelta para realizarle una colonoscopia que no podía esperar, y un Christopher al principio confundido terminaba entre carcajadas alegrándose con su amigo, tanto que el mismo aseguraba  que gracias a Robin supo que todo iba a salir bien. Un gran ejemplo del apoyo de Dana sucedió en unos de los peores momentos que atravesaba el actor, y es cuando, deprimido hasta la saciedad, Christopher la confesaba los deseos que guardaba de escoger la muerte a la máquina de respiración asistida, la insistía en que ella podría seguir adelante sin él, que era lo mejor, y su mujer, con una emoción que es difícil de imaginar para contextualizar ese momento, le recordaba la promesa de amor incondicional de su matrimonio "estaré hasta el final a tu lado,  y te apoyaré siempre, si es lo que deseas, sigues siendo tú, y te amo"

Ante esas palabras, el actor firmemente se decidió por seguir adelante con su complicada situación, pues a su lado se encontraba con unos pilares fuertes en los que apoyarse. Pero tampoco pensemos que se dejó simplemente arrastrar por ellos. Sus capacidades, si bien menguaron, no le impidieron cumplir como padre, esposo y amigo, roles en los que no cesó de involucrarse cuanto pudo.

Sería común afirmar que, en tal contexto, debía haber olvidado su carrera profesional, pero no podríamos estar más lejos de la realidad, pues pudo participar en una serie y dirigir otras tres. Ante lo que afirmaría: “Muchos de nuestros sueños, al principio parecen imposibles, luego parecen improbables, pero, cuando invocamos la voluntad, se vuelven inevitables”.

Otro de los grandes actos por los que hoy también podemos decir que se recuerda al actor fue el discurso que emitió durante la gala de los Óscar de 1996, en el que presenta el cine como un altavoz de los problemas sociales, cosa de la que también se dio cuenta de joven, y ante lo cual dedicó esfuerzo y tiempo para combatirlo, ejemplos de ello fueron, desde antes del accidente, el apoyo que dio a las asociaciones de discapacitados y niños con cáncer, su presencia y discursos en olimpiadas especiales, las charlas que dio para concienciar sobre la discapacidad, las visitas a hospitales y la defensa ante Pinochet de 80 artistas en la que participó.

Tras todo lo que consiguió hacer, sin siquiera haber mencionado la Fundación que creó con su esposa y en la que se involucró totalmente Robin Williams, ni sus mejorías médicas por las que consiguió mover un dedo y volver a tener sensibilidad en las piernas, solo pudo, junto a su mujer, afirmar que “la palabra imposible no debe formar parte del vocabulario de la comunidad científica”.

Quien la conoce, lo sabe, pero para aquellos que no la conocen, la Fundación Christopher y Dana Reeve ha sido símbolo de la lucha del actor contra su lesión de médula ósea y la lesión en general, solo hay que pensar en que la silla de ruedas del actor descansa junto a la capa original de Superman dentro de la sede de la organización, y es que han podido invertir más de 130 millones de dólares en investigación y ayudas económicas, 30 millones en becas para aquellos universitarios que se quisieran dedicar a la medicina en ese campo particularmente, y todo ello (que ha sido contabilizado sobre el 2018) sirvió para mejorar la calidad de vida de más de 100.000 personas. Además, han podido dar charlas, ayudas y acompañamiento igual que hacía Christopher antes del accidente.

Tras la muerte del actor en 2004 de un ataque cardiaco, su mujer, Dana, y sus hijos continuaron al mando hasta la muerte de Dana en 2006, tras detectarle cáncer de pulmón en 2005, ante el cual, sin perder en ningún momento el espíritu que la caracterizaba, solo pudo decir que, para las dificultades “tenía un gran modelo”, pues estuvo casada “con un hombre que nunca se rindió”.

Después de su muerte, fueron los hijos los que continuaron con su legado, y actualmente la fundación sigue abierta y dispuesta a seguir ayudando a la gente que lo necesite.

Una de las cosas que se afirmaron de su vida y que pueden ayudarnos a entenderla mejor fueron las palabras de Arturo González Campos: “A veces ocurre que uno asimila el papel que ha interpretado en la ficción y le acaba invadiendo en la realidad, como en Birdman (película de Alejandro G. Iñárritu). Creo que él debió pensar que Superman se hubiera comportado así si esto le hubiera pasado. Sabiendo, además, que cualquier logro no le salvaría la vida, pero quizá sí a los que vendrían detrás. Fue muy terrible, pero muy hermoso a la vez”

Y es que, tanto como actor como en persona, no sería arriesgado admitir que Christopher Reeve ha sentado las bases de la industria cinematográfica de superhéroes moderna.

Si queréis buscar un poco más sobre él, Google, por el aniversario de su fallecimiento, el 11 de octubre le rememoró con una ilustración que simulaba el icono de buscador durante todo el día.

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