domingo. 19.05.2024
Se cumplen seis meses de una guerra que se ha enquistado, o que en realidad lleva enquistada muchos años, en concreto desde 2014, aunque la atención se haya desviado. Vladimir Putin lanzó la invasión de Ucrania hace más de 180 días. Un tiempo que, después de todo, le ha servido a Moscú para poner en jaque a Europa y hacerle repensar el modelo global, con la OTAN pasando de la "muerte cerebral" a verse más fuerte que nunca. Seis meses que, detrás de lo teórico, han sido una sucesión de destrucción, muerte, miedo y huidas.

Desde el primer momento casi nadie contaba con un conflicto de corto alcance, rápido y que cumpliera los designios de Putin. Quizás solo el propio presidente ruso. En cambio, la guerra se ha estancado y los frentes cambian constantemente. Ahora Moscú se centra en el Donbás, con Jersón y Zaporiyia como principales objetivos y con la central nuclear más grande de Europa como peligro más relevante. En el otro lado, Kiev trata de dar un giro minando las capacidades del Kremlin en Crimea y con alguna que otra ofensiva también en el este. 

La península, anexionada ilegalmente por Rusia en 2014, es la joya de la corona para Volodimir Zelenski. La guerra "empezó allí" y debe "terminar allí". Pero la clave ahora está en que entre el estancamiento y los giros en las estrategias el choque se puede alargar en el tiempo, con la fatiga que ello conllevaría, especialmente en el caso de Occidente, que sufre las consecuencias indirectas de la invasión. Toda ella es una historia que suma capítulos varios que se van solapando, el último, el asesinato de la hija del filósofo ultraconservador Aleksandr Dugin.

De media, cada día hay unas cinco víctimas infantiles, hasta sumar desde hace casi seis meses un total de 972 (362 fallecidos y 610 heridos), según la oficina de Naciones Unidas para los Derechos Humanos. "Y estas son solo las cifras que la ONU ha podido verificar. Creemos que el número real es mucho mayor", advirtió la directora de UNICEF, Catherine Russell. Además, en torno al 16% de esa cifra son menores que ni siquiera habían cumplido los cinco años. Además, la cifra de refugiados supera ya los 10 millones, según los últimos datos de Naciones Unidas. Sobre las muertes, cada bando da sus propios datos y con el paso de las semanas esas cifras se han vuelto menos fiables. 

Álvaro de Argüelles, analista en El Orden Mundial, explica a 20minutos que el ejército ruso "está teniendo problemas de suministro y está claro que nota el desgaste de la guerra. Y además se está quedando sin combatientes". Putin está tratando de suplir esto "sobre todo a través del grupo Wagner, que está reclutando en zonas desfavorecidas de Rusia y también con la población carcelaria y con reclutamientos en las regiones de Donetsk y de Lugansk". Eso sí, el analista apunta que Ucrania "evidentemente también nota el desgaste por mucho que le esté favoreciendo la ayuda occidental".

Argüelles sostiene que "siempre es más cómoda la posición defensiva que la ofensiva" y Rusia "en el último mes o mes y medio no está logrando grandes avances". De esta forma, dice, "la sensación es que ahora el objetivo de Moscú es consolidar el control de los territorios que ya ha tomado, por ejemplo mediante referéndum y en general ir esperando cómo evoluciona la situación en los meses de invierno, sobre todo para ver si el apoyo de Occidente a Ucrania decrece con el paso del tiempo".

Por su parte, Kiev sigue recibiendo armamento, sobre todo por parte de Estados Unidos. Está "atacando algunos puntos rusos" y obliga a Moscú a llevar efectivos "a la primera línea, por lo que ralentiza su avance". El conflicto navega "entre lo que dicta la lógica militar y lo que dicta la lógica política". Kiev podría ganar capacidad para atacar Crimea y perder este territorio "sería una gran derrota para Rusia". Argüelles no ve que vaya a haber "una gran ofensiva como tal", sino que la meta de Kiev sea "poner a los rusos en una situación tan incómoda que sean ellos los que se vean obligados a retirarse, como se vio en el norte de Ucrania hace unos meses".

Occidente asume que la guerra se extenderá en el tiempo

Mientras, la Unión Europea y Estados Unidos, así como el resto de aliados se quedan poco a poco sin margen de maniobra después de unos meses que han servido para resucitar del todo a la OTAN. Occidente trata de adaptarse a un orden que camina hacia la bilateralidad. Washington sigue enviando paquetes de ayuda a Ucrania pero Joe Biden se encamina hacia unas elecciones legislativas que pueden marcar su futuro, y podría empezar a priorizar la clave nacional. 

La Casa Blanca además mira de nuevo con preocupación los movimientos de China. Pekín, alineada con Rusia, se eleva como otro problema para EE UU, que le ha tenido en los últimos años como su principal rival estratégico. Buena prueba de ello es que el gigante asiático aparece, con luz y taquígrafos, como el principal oponente estratégico para la Alianza Atlántica. Estas dinámicas podrían derivar en una desconexión de Occidente si la guerra en Ucrania sigue prolongándose en el tiempo.

Turquía quiere seguir jugando de mediador y los últimos mensajes de Recep Tayyip Erdogan no pudieron ser más claros: el conflicto tiene que terminar en la mesa de negociaciones. Zelenski no recoge el guante y condiciona cualquier avance diplomático a que Rusia "retire todas sus tropas" de territorio ucraniano. Las 'conversaciones' siguen dándose en el campo de batalla y los progresos se han dado a nivel de exportación de grano, puesto que la crisis alimentaria ha sido (y es) otra de las grandes amenazas globales derivadas de la invasión. Estambul juega a dos bandas sin sancionar a Rusia y al mismo tiempo tendiendo la mano a Kiev. "Turquía está del lado de Ucrania", sentenció Erdogan tras verse con Zelenski, tratando de despejar cualquier duda.

El país otomano, eso sí, lanza un aviso. El ministro de Relaciones Exteriores, Mevlut Cavusoglu, sostuvo que varios países miembros de la Alianza Atlántica, no solo Estados Unidos, quieren que la guerra entre Rusia y Ucrania continúe. "Hay quienes querían sabotear el acuerdo sobre el cereal. Pero no es Estados Unidos. La contribución ha sido la eliminación de las restricciones a la exportación de fertilizantes rusos, el desbloqueo de puertos, (la eliminación de restricciones) a las operaciones bancarias", concluyó, dejando una sombra de duda sobre el resto de aliados.

Entre toda la amalgama, es la UE la que busca su espacio. A lo largo de estos seis meses los 27 han aprobado seis paquetes de sanciones contra Rusia, incluyendo bloqueos parciales tanto al carbón como al petróleo. Pero se han estancado. El séptimo parece que tardará en llegar y mientras países como Alemania se deshacen de la dependencia energética rusa, la Unión sigue buscando vías alternativas. Una de ellas puede ser el MidCat, un gasoducto que conectaría la península Ibérica con el resto de Europa. España quiere, Berlín lo necesita, pero Francia no está por la labor. 

El debate ahora entre los socios pasa a un posible freno a los visados turísticos para ciudadanos rusos, pero este también se ha convertido en un tema espinoso: los bálticos aprietan para que se tome la medida, pero ni los países grandes ni Bruselas parecen aceptar el paso. Josep Borrell, por ejemplo, lo ve poco efectivo e innecesario. A lo que sí abre la puerta el Alto Representante es a enviar una misión de entrenamiento para el ejército ucraniano, como ya hace la UE en otros 17 países. Este asunto se abordará en Praga el próximo lunes sin que los 27 se hayan pronunciado todavía.

En este sentido, Guillermo Íñiguez, doctorando en la Universidad de Oxford y especialista en Derecho Europeo sostiene que "todavía hay margen de maniobra si tenemos en cuenta que la UE ha adoptado un enfoque gradual. En ningún paquete se ha lanzado todo el arsenal. Han sido medidas muy calculadas para hacer daño a sectores concretos de la economía rusa". Esas medidas "se pueden intensificar" en el corto y en el medio plazo, añade. "Se puede hacer aprobando sucesivos paquetes o uno solo pero que sea más amplio", sobre todo por ejemplo "si se alcanzan las reservas energéticas en otoño". Esto, eso sí, dependerá "de las alianzas que se den entre los Estados miembros y los movimientos de la Comisión".

Sobre el veto a los visados a turistas rusos, Íñiguez explica que "es una medida perfectamente contemplable por los Tratados y puede ser una sanción deseable si se pretende que la población rusa note la presión de la guerra. Es ingenuo pensar que no hay apoyo de la ciudadanía rusa a Putin con la guerra". Así, "una sanción a turistas esquivaría el problema de que una sanción generalizada puede ser injusta" y hay que recordar "que el turismo ruso que viene a Europa es el más rico". Al final es "una variante más" de la presión sobre la oligarquía.

Seis meses del comienzo de la guerra en Ucrania: un conflicto estancado