El estrés y la alimentación emocional podrían tener un vínculo cerebral

Muchas personas llevan a cabo una alimentación emocional tras una amenaza que les ha causado estrés: un fuerte deseo de comer comida reconfortante, altamente procesada y rica en grasas que no es saludable, pero que puede aliviar el estrés y la tensión, además de proporcionar una sensación de control. Ahora, una nueva investigación desvela como una amenaza induce al cerebro a querer comida reconfortante.

Una científica del Instituto Politécnico y Universidad Estatal de Virginia (Virginia Tech) ha identificado una molécula que se encuentra en una región del cerebro llamada hipotálamo y que está relacionada con los cambios cerebrales que conducen a comer en exceso por motivos emocionales. Sora Shin, profesora asistente en el Instituto de Investigación Biomédica Fralin en VTC, y su equipo de investigación describió el descubrimiento en un artículo publicado en 'Nature Communications'.

"No siempre comemos porque tenemos hambre y tenemos ciertas necesidades físicas", ha indicado Shin, quien también es profesora asistente en el Departamento de Nutrición Humana, Alimentos y Ejercicio en la Facultad de Agricultura y Ciencias de la Vida de Virginia Tech. "Cuando nos estresamos o sentimos alguna amenaza, también puede disparar nuestra motivación para comer. Creemos que esta molécula es la culpable", ha destacado.

Shin y su equipo de investigación empezaron su estudio investigando una pequeña molécula, la proencefalina. Esta molécula es común en múltiples partes del cerebro, pero pocas investigaciones habían examinado su papel en el hipotálamo. Shin sospechaba que desempeñaba un papel en el estrés y la alimentación porque el hipotálamo es un centro que regula el comportamiento alimentario.

El laboratorio expuso ratones al olor de las heces de gato. El olor de un depredador natural desencadenó una respuesta de amenaza en los ratones y, 24 horas después, los ratones mostraron un estado emocional negativo, una conducta alimentaria excesiva y las neuronas de sus cerebros mostraron sensibilidad al consumo de alimentos ricos en grasas.

Para confirmar el papel de la molécula en la alimentación inducida por el estrés, los investigadores activaron artificialmente las mismas neuronas con luz que estimulaba una molécula codificada genéticamente y expresada en la membrana de la célula neuronal, sin el olor del depredador, y observaron una respuesta similar. Además, cuando expusieron a los ratones al olor a gato y silenciaron la reacción de las neuronas que expresaban esa molécula con la misma técnica, los ratones no mostraron ningún estado emocional negativo y no comieron en exceso.

"Así que algo en esta molécula en sí es muy crítico para inducir el consumo excesivo después de la amenaza", ha señalado Shin.

El descubrimiento apunta hacia una posible diana terapéutica para aliviar la alimentación desencadenada por emociones. "Nos queda mucho por aprender sobre esta molécula", asegura Shin, "pero hemos encontrado su ubicación y podría ser un buen punto de partida".