Una vida de entrega devuelve con creces la ayuda a un médico sin copagos
Durante más de 40 años, el doctor Michael Zollicoffer, conocido cariñosamente como “Dr. Z”, ha ejercido la medicina familiar en los vecindarios más desfavorecidos de Baltimore. Su política ha sido inquebrantable: nadie se quedaría sin atención médica, tuviera o no dinero. “Entraste por esa puerta, te veía. Y si traías a tu abuela, también la veía”, afirmaba sin titubeos.
Nunca exigió copagos. “Olvídate del dólar”, solía decir. Esa filosofía de servicio desinteresado fue, por décadas, su carta de presentación en una comunidad donde el acceso a la sanidad muchas veces depende del bolsillo.
Pero el médico se convirtió en paciente. A los 66 años, un doble diagnóstico de cáncer —renal y rectal— golpeó de lleno su salud. Para complicar la situación, descubrió que su seguro médico había caducado por un problema administrativo con Medicare, lo que dejaba el coste de su tratamiento en unos 150.000 dólares.
La respuesta no tardó. Al conocer su situación, Michael Haynie, amigo de Zollicoffer desde el instituto, lanzó una campaña en GoFundMe. Lo que siguió fue una avalancha de solidaridad: más de 3.400 personas —entre antiguos pacientes, vecinos y ciudadanos tocados por su historia— lograron recaudar más de 280.000 dólares para cubrir sus gastos médicos.
El eco de su historia llegó hasta el Congreso. El representante por Maryland, Kweisi Mfume, subió al estrado para reconocer oficialmente el legado de Zollicoffer, integrando un homenaje en el Registro del Congreso de Estados Unidos. “Pocas personas tienen tanta pasión por sanar y tanto amor por su comunidad como el Dr. Z”, expresó Mfume.
Hoy, con su seguro médico ya restablecido, el Dr. Zollicoffer continúa atendiendo a sus pacientes. La enfermedad no ha detenido su vocación, ni su entusiasmo por la vida. “Puede parecer una locura, pero agradezco haber tenido cáncer”, confesó en una entrevista con Steve Hartman de CBS. “Soy el hombre más feliz del planeta, pase lo que pase”.
Y su clínica, ahora más concurrida que nunca, sigue siendo un refugio para quienes no encuentran atención en otros lugares. “Nos necesitamos mutuamente. Yo no puedo seguir sin ellos, ni ellos sin mí”, sentencia con una sonrisa.