jueves. 28.03.2024

La población infanto-juvenil ha resultado ser la más vulnerable al aislamiento social propiciado por la pandemia del COVID-19. Según se desprende de recientes estudios, los trastornos mentales en niños y adolescentes se han triplicado en España debido a la crisis del coronavirus. En este sentido, los profesionales de RECURRA-GINSO advierten sobre el aumento de los niveles de ansiedad entre los más jóvenes y la necesidad de abordar un problema de salud mental que genera mayores tasas de ansiedad en la población adulta.

El programa RECURRA-GINSO, destinado a ofrecer apoyo a familias en situación de conflicto con sus hijos e hijas, tiene como prioridad contribuir a la salud mental de niños y adolescentes. Así, conmemorando su 10º aniversario, ha lanzado la campaña Una mente sana empieza en la infancia para dar visibilidad a los problemas que hoy ponen en riesgo la salud mental de la generación más joven. "Ignorar la ansiedad infanto-juvenil considerando que se trata de una etapa pasajera en el desarrollo normal del individuo, puede afectar al rendimiento escolar, las actividades de ocio y la vida familiar del niño o adolescente; además de motivar la comorbilidad entre ansiedad y depresión en edades tempranas", apunta Olaya Rodríguez Sánchez, psicóloga en RECURRA-GINSO.

Los niños y adolescentes se encuentran inmersos en una etapa de desarrollo en la que la ansiedad es un elemento que, inevitablemente, está presente en sus vidas. Los cambios que experimentan las personas en edades tempranas y las nuevas situaciones a las que han de enfrentarse, tienden a alterar sus niveles de ansiedad -como ha ocurrido durante estos últimos años de pandemia. "Si la ansiedad no se gestiona de manera adecuada, los síntomas se intensificarán y prolongarán en el tiempo, pudiendo derivar en un trastorno de salud mental", señala la psicóloga.

Se disparan los niveles de ansiedad en la población infanto-juvenil

Los expertos de RECURRA-GINSO aseguran que el ritmo de vida que han adoptado nuestros niños y adolescentes, puede disparar sus niveles de ansiedad. Algunas de las características de la sociedad actual post pandémica como la incertidumbre de cara al futuro, la exigencia para con las nuevas generaciones y la elevada exposición a las redes sociales; inciden en la salud mental de la población más joven debido a la presión social implícita que existe en cada uno de los casos. 

Además de las situaciones nuevas e inesperadas, existen múltiples factores que pueden motivar la aparición de la ansiedad en edades tempranas, como puede ser la predisposición genética, el mal funcionamiento de neurotransmisores específicos involucrados en las reacciones del individuo, miedos no superados, el apego inseguro con los padres o -incluso- el aprendizaje del ejemplo recibido por parte de figuras de referencia durante su desarrollo. "Los jóvenes del centro terapéutico de RECURRA-GINSO describen la ansiedad como una presión en la zona del estómago o el pecho que les envuelve, generando una sensación de ahogo que va en aumento y que no son capaces de frenar. Durante ese momento se imaginan las peores consecuencias posibles de la situación que les angustia. Después, esa sensación se va pasando", explica la psicóloga.

Los padres y profesionales de la educación tienen un papel fundamental en la detección de los problemas de salud mental en niños y adolescentes. La ansiedad, en este caso, se manifiesta en los más jóvenes mediante cambios en el comportamiento: alteraciones en la conducta alimentaria, el sueño y/o el estado de ánimo. "Dependiendo de lo expresivo que sea el individuo, puede mostrarse irritable, callado, agresivo, inquieto, con dificultad para concentrarse....", aclara Olaya Rodríguez.

El tratamiento terapeútico que en la actualidad presenta mejores resultados en niños y adolescentes es el cognitivo-conductual, una intervención que consiste en mostrar al paciente que lo piensa y lo que hace afecta en lo que siente; aportando, a su vez, las herramientas necesarias para aprender a gestionar la ansiedad y afrontar sus miedos. "El paquete de intervención cognitivo-conductual debe adaptarse al nivel de desarrollo del joven, teniendo en cuenta además sus características propias. La familia vuelve a ser un apoyo imprescindible durante el proceso terapéutico", concluye la psicóloga de RECURRA-GINSO.