martes. 23.04.2024

Siempre se ha hablado de que existe dos tipos de personas en el mundo: los que son activos durante el día y los que se activan por la noche. Los primeros viven durante la luz del sol, y los otros “cantan” al son de la luna cual lobos en el bosque. Los primeros se adaptan a los horarios de una sociedad (colegios, actividades laborales, lo llamado coloquialmente “papeleo”), y los que no empiezan el día antes del mediodía (y con suerte). A los primeros se les llama “alondras” y los otros son “búhos”, aunque seguramente ni hizo falta nombrarles, con leer la descripción ya te identificaste.

Bueno, está claro que ese “ser” interno, determina al cien por cien tus horarios, obviamente incluyendo tus horas de comidas y cenas y tu hora de dormir y allí es donde empieza la faena. Para empezar, es la cuestión de genética, es decir, no es un proceso controlable ni elegible. Y después, los recientes estudios realizados en la Universidad de Murcia (España), junto con la Universidad Autónoma de Querétaro (México), mostraron que los adultos jóvenes, que tienen un cronotipo nocturno y cenan tarde, tienden a engordar, tienen dificultades a la hora de perder el peso, mayores riesgos de inflamación y el aumento de los riesgos cardiovasculares.

La investigación se realizó en 2 223 jóvenes de 18 a 29 años que procedían de dos poblaciones independientes: 525 sujetos de España y 1 698 sujetos de México. Como el resultado, en los jóvenes tipo “búho” se detectó un alto número de triglicéridos en sangre, tanto en España como en México, aparte de que, entre la población mexicana, los “nocturnos” mostraron un mayor riesgo de obesidad y sus hábitos alimenticios se caracterizaron por ser menos saludables que los de los “madrugadores”.  Este hecho se debe a que los que tienen cenas tempranas (antes de las 10), presentan una mayor amplitud de movilización y, por lo tanto, mayor movilización de grasa. Por no hablar de los altos niveles de azúcar que causan las cenas tardías: así lo demuestra un estudio llevado a cabo por expertos de la Universidad Johns Hopkins que ha concluido que las personas que cenaron tarde tenían unos niveles de azúcar de casi un 20 por ciento más altos y la quema de grasa se redujo en un 10 por ciento, en comparación con los que cenaron antes. La investigación ha sido publicada en el Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism de la Endocrine Society.

Así que, acuestes a la hora que te acuestes, controla bien tus horarios de comida, porque te va a hacer falta. Y como si no fuera poco, hay que tener en cuenta que el abuso de las pantallas antes de dormir también puede influir en el factor del sueño y, por lo tanto, en tu descanso, y como consecuencia, en tu bienestar. Nuestro cuerpo se activa y se desactiva en función de la luz ambiental. Si justo antes de dormir, nos quedamos pegados a la pantalla, podremos presentar dificultades a la hora de conciliar el sueño. “El destello de la iluminación del teléfono móvil o la Tablet altera la melatonina, que es la hormona que induce la fase REM del sueño en la que nuestro cerebro se reorganiza y descansa”, dice La Dra. Sonia Montilla Izquierdo, neurofisióloga clínica del Centro de Medicina del Sueño del Hospital Universitario Sanitas La Moraleja.

Ya sabes: a partir de hoy cenar tempranito y a dormir sin el teléfono móvil, que no le va a pasar nada. En un futuro no muy lejano nuestro cuerpo nos dará las gracias.

¿Búho o alondra? Dime quien eres y te diré a que hora cenas