Un centro para personas sin hogar iba a cerrar, pero Rick Steves lo evitó
Viajar suele dejar aprendizajes que van más allá de las fotos y los mapas. Para el conocido escritor estadounidense de viajes Rick Steves, una de esas ideas se resume en una frase muy concreta: “Love thy neighbor”, y no hace falta vivir al lado para tomársela en serio.
En las últimas semanas, esa expresión le rondaba la cabeza por una razón muy práctica. Un centro comunitario de higiene que ayuda a personas con dificultades para cubrir lo básico estaba en riesgo de desaparecer, y Steves decidió intervenir.
El gesto acabó convirtiéndose en un salvavidas para el Lynnwood Hygiene Center, un lugar que no solo ofrece duchas y lavadoras, sino también calor, comida y apoyo sanitario puntual para quienes lo necesitan.
- Una compra para evitar el cierre
- El descubrimiento a través de My Edmund News
- Sandra Mears: del adiós a un acto “joyful”
Una compra para evitar el cierre
Según se contó en un evento celebrado la semana pasada para anunciar la operación, Rick Steves decidió comprar el terreno donde se asienta el Lynnwood Hygiene Center cuando supo que el propietario planeaba venderlo. El centro estaba en una situación delicada: si el suelo cambiaba de manos, su continuidad quedaba en el aire.
En ese acto, Steves recordó una necesidad muy humana que cualquiera que haya viajado conoce bien. “I vividly remember what it’s like as a kid backpacking around the world to need a shower,” dijo. Y añadió: “This is a place that gives countless people that are down and out a shower.”
El descubrimiento a través de My Edmund News
Lo curioso es que el centro estaba muy cerca de su entorno habitual. Aun así, Steves no sabía que existía, pese a que el Lynnwood Hygiene Center se encontraba a solo dos manzanas de su propia iglesia. La información le llegó por la prensa local, al leer una noticia en el sitio web de My Edmund News website.
Ese artículo explicaba que el servicio iba más allá de una simple ducha o una colada: también ofrece espacios con calefacción, comidas y una clínica médica emergente que se instala dos veces al mes. Más tarde, Steves contó al told the Washington Post que había llegado a un punto de rendimientos decrecientes al gastar para su propio disfrute, un cambio de perspectiva que ayudó a empujar la decisión.
A partir de ahí, el contacto fue directo. Steves localizó al dueño del terreno a través de My Edmund News y lanzó una oferta rápida: 2,25 millones de dólares. La propuesta, según se explicó, fue aceptada con la misma rapidez.
Sandra Mears: del adiós a un acto “joyful”
Mientras tanto, al otro lado de la historia estaba Sandra Mears, directora ejecutiva del Lynnwood Center. Llevaba semanas buscando una salida entre donantes del noroeste del Pacífico, organizaciones sin ánimo de lucro y filántropos. El objetivo era encontrar dinero para comprar el terreno o, al menos, un lugar temporal (como moteles u otras ubicaciones) donde trasladar el servicio aunque fuera de forma provisional.
La entidad funcionaba con un acuerdo de cesión del terreno sin coste y sin compromiso, pero ese margen se estaba agotando. En ese contexto, una mañana llegó un correo inesperado: era de Rick Steves, un nombre que Mears no conocía. Tras acumular negativas durante semanas, ese mensaje traía algo distinto: él ya había comprado el terreno para que la actividad pudiera seguir.
Con la amenaza del cierre ya desactivada, el tono cambió por completo. Mears pudo cancelar la fiesta de despedida y organizar, en su lugar, un evento “joyful” con Steves como ponente principal. Allí se anunció además que un donante privado había aportado otro cuarto de millón de dólares para ampliar y reformar el centro, con la idea de sumar más duchas y crear una zona comunitaria donde los residentes pudieran relacionarse.
El propio Steves lo resumió con crudeza al hablar con el Post: “This [center] was going to shut down. It would be vacated right now. It would empty for this Christmas,”. Y cerró con la idea que le ha estado acompañando últimamente, la misma que aprendió viajando: “Love thy neighbor has nothing to do with proximity, that’s a lesson I’ve learned as a traveler.”